LA DANZA DE LAS VERTIENTES
Escrito por Claudia Rodríguez
Escrito por Claudia Rodríguez
En un lugar del mundo existían dos vertientes de aguas
cristalinas, nacidas desde la cima de los hielos de las montañas, la leyenda
menciona a Onu Alphas y Sod Anul, como las eminencias del relieve más altas de
la zona.
Onu Alphas se caracterizaba por sus aguas briosas,
cristalinas, era en extremo asertivo ya que otorgaba su vida a la madre
naturaleza que más necesitaba de su respiro para seguir evolucionando en el
crecimiento de la fuerza vital. El sol al amanecer siempre le alumbraba en
señal del saludo a su esencia.
Por otro lado Sod Anul, era de aguas más tranquilas,
silenciosa, su gentil sonido envolvía el alma de quien cerraba los ojos para
escucharle. Era su señal de fluir con la vida, la danza suave de la belleza del
Ser. La Luna, su fiel aliada se encargaba de alumbrar los caminos que ella necesitaba recorrer para
dirigirse alimentar a quienes durante el día mantenían actividad. Saciaba su
sed y les invadía de calma y sueño re-ponedor.
Un día, Onus conversaba con las ondinas y les decía:
Yo se que con mi fuerza extrema puedo dañar, más gracias a
ustedes puedo equilibrar esa energía y transformarla en deleite para quien
desee beberme. Debo agradecerles también que me hayan enseñado acariciar cada
piel, cada hoja, cada Ser que en mí, se baña. Con la sutileza del terciopelo,
recorro cada célula del cual la belleza que me trae la Madre tierra quiera con
mis gotas hacer un manantial de besos. Siento desde esta unicidad mía, la
felicidad completa.
Por otro lado Sod Anul, mantenía una cálida plática con Poseidón,
mencionaban la importancia de cuidar a los animales. Agradecía Sod a su Dios
por custodiar cada vida dentro de sus aguas, de contener su ligereza donde
fuese necesario y de entregar Vida a quienes necesitasen de ellos. Sod y Poseidón
eran uno y desde esa magia entre lo sutil y lo poderoso vivian el día a día.
Un día la Madre tierra consideró que ya era hora de converger las aguas de ambas montañas,
estaban preparadas para brindar una
magia diferente a la humanidad. Ante un gran movimiento, que estremeció a toda
la zona, los caudales al encontrarse se miraron y desde la profundidad de sus
cristales se reconocieron agitándose cada uno, tanto así que el agua poco a
poco se fue entibiando del calor, que de ellos emergía.
Dice la leyenda, que mientras ese acto ocurría, Gaia, envió a sus mejores cantores a entregarles la
más bella melodía. Y desde los cielos emergieron las luces más tenues y
temperaron ese instante, donde la divinidad ofrecía compartir con la humanidad
ese compartir el amor sagrado. Las albahacas y los lirios emitieron lo mejor de
sí, para que ese aroma fragante y fresco fuera percibido por ellos.
Al irse entrelazando, las aguas, se fueron liberando de
cualquier pensamiento que los llevara a un deseo que fuese solo gratificante,
se centraron exclusivamente en el poder de sus manos. Dejaron de lado cualquier
preocupación y se concentraron en un aquí y un ahora.
Dirigiendo su atención e intención al sentir y la sanación.
Inició así un viaje de flujo curativo en donde los cristales poco a poco se
iban armonizando para entrar en la sintonía de la vibración esencial.
Cada uno inspiró al otro y en ese exhalar recíproco tomaban
una y otra vez el aire de quien compartía.
Siguiendo el compás de sus corazones, cuando ya se vieron extasiados del
aroma saliente decidieron ante un sutil toque en sus labios ir sellando esa
unión prodigiosa.
Onu, con sus manos ofreció a Sod una pequeña melodía de
percusión en toda su postura. Recorriendo en línea recta y circular todo el trayecto
de ella.
Con la yema de sus dedos dio pequeños pasos para establecer
si ella se encontraba danzando junto con él.
Cubrió de movimientos en la parte dorsal de Sod, suspendió
sus aguas en el aire y entregó parte de él a ella. Esa energía fue temperando
las aguas convirtiéndolas en su momento casi en yacimiento termal, escaló su
columna con masajes leves ejerciendo de vez en cuando una leve presión para
hacerle sentir a ella que era él quien estaba presente en ese momento.
Comenzó ascender hacia el sacro, y con las manos apuntando
hacia la cabeza de Sod, masajea diagonalmente, cada cristal que de ella
provenía, al ritmo unísono de respiración.
Al llegar a sus piernas, puso sus manos en los tobillos
presionó con movimientos de pinzas se
deslizó en sus extremidades subiendo
lentamente hasta llegar a su punta de diamante.
Poco a poco se fue posando sobre ella, para que fuese
sintiendo su vigor, su canto y su silencio.
Acarició circular y regularmente la zona de sus pechos,
primero con corrientes siguiendo las manecillas del reloj para luego realizar al sentido inverso.
Descansó sobre su abdomen la suavidad del plumaje de sus
dedos para seguir su desplazamiento hacia los brazos de la bella Sod, una y
otra vez el vaivén de me tienes cerca, me tienes lejos. Hasta confluir sus
manos hacia su cuello. Donde a través del dibujo de girasoles fue marcando la
pauta de lo que vendría después.
Fue a sus oídos y bajo susurros frotó su cuerpo con el de
ella, así mismo lo hizo con sus sienes, mejillas y cabellos.
La tenia totalmente relajada lista para iniciar el camino a
la unión magistral del deseo de compartir lo que soy, con tu verdad...
Abre los ojos la
vibración de Sod principiando la danza en donde ese respiro de manera
consciente se intercambia emitiendo el mensaje de un te veo y reconozco.
Comprometiendo la totalidad del Ser en ese baile, moviéndose al compás de lo
que nace.
Fijaron sus miradas tomaron sus manos y al unísono
comenzaron a entrelazarse en la sinfonía elocuente de los canticos celestiales
del trineo de las aves.
Fue el comienzo original de la unidad cósmica. Formando a través de movimientos ondulatorios
la espiral que delata la energía palpitante. Entre expansiones y contracciones
se encuentran dando un Si a la nueva vida, advirtiendo el nuevo soplo de la
creación.
Fueron percibiendo la necesidad de placer como también el
amor y a través de la paz que ese encuentro les provocaba, se desearon.
Desearon ser uno, ese apetito de compartir contrajo la paz para ambos. Fue allí donde él
pide a ella coincidir en ese instante y fundirse en la llama sagrada que emite
la cabeza del dragón, dando lugar a ese enorme caudal de un crecimiento y
expansión más allá de lo imaginable. El lago de la alianza con la divinidad y
de ello el compromiso de sumergirse en la magia del mar para llegar a la
trasformación de un alma más grande, el flamante y lozano sistema del océano.
Dice entonces la leyenda, que cuando una pareja mira el
océano se invaden del movimiento y la sensación de la unión de aquellas
vertientes y la brisa que emana es parte del mensaje de
amor que a cada pareja, ellos entregan.
Por eso, cuando te dirijas al océano toma la mano con quien
sientes que deseas compartir ese instante y déjate invadir por la danza suave
de la reverencia, como lo hicieron en algún momento ese coincidir de aquellas dos vertientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario